Todos sabemos la mala fama que tiene el tofu por ser un producto insípido, al que no solemos encontrarle la gracia. Esa es la idea que tenía yo hasta hace unos añitos, pero poco a poco vas probando y probando y empiezas a darte cuenta de las variedades que existen, las diferencias de textura y lo agradable que es tomar algo que tiene más textura que sabor.
Recuerdo que el año pasado en Shangay tomé un tofu blando (silky tofu) con gambas y aceite picante de Sichuan que me dejó impresionado por la textura tan suave que tenía, se fundía en la boca de una manera increíble. Tanto me gustó que cuando volví a la ciudad 3 ó 4 meses después, fue el primer restaurante al que fui. Y luego empecé a interesarme más por él (aunque ya hacía unos cuatro años preparé tofu en casa).
A la plancha resulta muy sorprendente. Además es una buena manera para empezar a probarlo porque queda más sabroso y tiene un equilibrio de texturas muy interesante: crujiente por fuera y cremoso por dentro.
Y es facilísimo, no hay nada más sencillo de hacer:
- Corta el tofu (para que quede cremoso por dentro tienes que usar tofu blando – silky tofu) en láminas de 1.5 cm y lo secas bien con papel absorbente.
- Luego dóralo en una sartén antiadherente con un chorrito de aceite a fuego medio hasta que quede crujiente por fuera, manteniendo su cremosidad interior (por eso hay darle un corte relativamente grueso).
- Luego hay que “enriquecer” su sabor, por ejemplo, una salsa a base de cebollino chino, un poco de guindilla, jugo de lima y miso.