Qué placer tan maravilloso dorar en el horno huesos y carne de pollo para hacer un caldo, retirarlos de la fuente cuando quedan dorados y reservar lo que se ha pegado a la fuente (todo menos lo que se haya quemado, que amarga) junto con un poquito de su grasa.
Qué enormísimo placer empezar a hacer el caldo, y mientras tanto, tostar un par de rebanadas de pan, untar esa esencia en las tostadas junto con un poquito de la grasa y unos cristales de sal y tomarlo poco a poco, acompañado de una copita de Jerez. Después de una cosa así el resto del día sólo puede mejorar.