Esta vez el magret lo preparamos de manera aún más fácil que la vez anterior. Simplemente cortamos la piel en rombos para que la grasa fundiera más rápidamente, lo doramos en la plancha hasta que la piel quedó crujiente, vuelta, y de nuevo, dorado por el lado de la carne; conseguimos un punto de cocción «sangrante» delicioso. No hay que pensar que hay un único punto de cocción posible, hay distintas posibilidades y texturas que pueden ser muy agradables, cada una a su manera.
La salsa la preparamos igual que la anterior vez, pero después de reducir el fondo añadimos su hígado y lo trituramos. El resultado: una salsa pontentísima, con un sabor delicioso a foie, increíble.
Finalmente calentamos el plato con agua hirviendo para que la salsa no se enfriara, servimos la salsa y encima la pechuga laminada. Y acompañamos con un poco de gelatina de vino dulce.