Los chips van genial con carnes, pescados (con pescado crudo queda increíble), alcachofas… y lo mejor es que puedes hacer bastantes de una tanda y guardar las que no uses porque aguantan bastante tiempo siempre y cuando se mantengan bien secas.
Y no tires el aceite que te va a venir fenomenar: puedes hacerte una mayo-alioli (sin añadir más ajo) o utilizarlo de base para una vinagreta, que va perfecto con escarola o con unas guindillas, salsa de soja y limón para vestir un pescado.
Para hacerlo, corta unos dientes de ajo en láminas finísimas. Yo utilizo una mandolina para trufas porque las normales son demasiado grandes y corres un grandísimo peligro de obtener un subproducto sangriendo de láminas de yema dedos que particularmente no me vuelve loco. También las puedes hacer con un cuchillo bien afilado, pero de esta manera consigues el mismo grosor en todas las láminas y al freírlas obtienes una cocción más uniforme.
Luego fríelos con bastante sal a fuego mínimo en un aceite neutro como el de girasol. Tienes que dejar que el ajo se deshidrate poco a poco y que se dore ligeramente. Luego retira el ajo sobre papel absorbente, cuela el aceite y deja enfriar.
La sal aporta un puntazo increíble: como es indisoluble en grasas, enseguida pasa al ajo y este se satura de sal. A medida que se fríe, se evapora el líquido que hay en el ajo y se vuelven a formar los cristales en las láminas, dando lugar a un sabor especialmente intenso, a la vez que aumenta su textura crujiente. Lo más interesante es que sólo un lado de cada lámina queda con sal, la otra queda limpia como si no tuviera: