Tés chinos (y otros) infusionados en frío

Tomamos té frío durante todo el año, pero ahora, más que nunca,  es cuando realmente apetece. Para prepararlo sólo hay que llenar una botella de agua a temperatura ambiente, echar en una bolsita la cantidad habitual de té de una infusión tradicional y dejarlo fuera de la nevera unas 8 horas (no pasa nada si te excedes hasta 12 horas, más puede amargar). También puedes infusionar en la nevera para que cuando esté a tu gusto ya esté frío, pero tarda un poquito más. Luego puedes volver a usar el té para nuevas infusiones – hay tés chinos como el Phu er que se pueden reutilizar hasta 9 veces.

A nosotros nos gustan tal cual, pero si prefieres, puedes aderezarlos con azúcar, piel o zumo de cítricos. La menta y albahaca también son grandes aliados.

La principal diferencia entre este proceso y el té infusionado en caliente – a parte de la temperatura – es que su sabor es más suave, es menos astringente y tiene notas que recuerdan más a frutas y hierva fresca (salvo si utilizas té negro). Harold McGee explica aquí que los tés infusionados en frío también suelen contener menos cafeína, lo que te permitirá disfrutar de esta bebida suavemente aromatizada en grandes cantidades sin que te lleve Al borde el un ataque de nervios.

De todos los tés que utilizamos, los que más nos gustan son los chinos – grandes desconocidos en España. Son muy variados y dentro de cada tipo hay innumerables matices. Aunque es verdad que también entre los tés japoneses te puedes encontrar auténticas maravillas.

Los que más nos gustan son los long jing y los wolong (o oolong wu long).

Los primeros son tés verdes, deliciosamente frescos – sobre todo si son de la última cosecha. De hoja larga y fina y color verde intenso, es uno de los tés que se consumen más a menudo en China.  Para conservarlos hay que guardarlos en la nevera, de otro modo oscurecen rápidamente y pierden su delicado sabor fresco. Si te intentan vender té que ha pardeado, no lo compres.

Hojas de long jing

El oolong es un té semioxidado, a mitad de camino entre los negros y los verdes. Se deja oxidar parcialmente  (y no fermentar, como se piensa; el único té que fermenta es el puh er) y se cuece al vapor para detener su oxidación (a los tés verdes se les aplica este proceso inmediatamente después de la recolección para evitar que pardeen). Su sabor es más intenso que el de un té verde, con más carácter y más matices. Dependiendo de las variedades, pueden estar más o menos oxidados – en Occidente se suelen preferir los más oscuros, aunque a nosotros nos gustan más los menos oxidados, nos parecen más frescos, con un sabor más limpio. Uno de los que más fama tiene es el oolong de las montañas de Taiwan.

Un ejemplo de un oolong con poca oxidación. 

Esta variedad casi siempre se presenta con sus hojas prensadas en forma de pequeñas bolitas.

Más oscuro, por lo tanto algo más oxidado

 

Otros tés que nos gustan: 

Japoneses – suelen ser más amargos que los chinos:

  • Genmaicha:  el arroz tostado aporta notas deliciosas que recuerdan a frutos secos.
  • Sencha: también delicioso, de aroma sutil y también amargo.
  • Matcha: té en polvo; si es fresco (se tiene que conservar en la nevera) es delicioso. Me encanta su fuerte amargor.
  • Gyokuro: un té delicioso, para tomar poco a menudo por su altísimo precio. Tiene un sabor que recuerda claramente a algas. De una delicadeza inigualable, lo he probado no más de 15 veces y nunca me olvidaré de su aroma a mar.
  • Té de cebada: un té sin hojas de té. Sólo lleva cebada con distintos grados de tostado. Delicioso y barato. En Japón se considera un té para tomar en verano, a menudo se sirve muy frío.

Otros tés chinos:

  • Puh er: delicioso para tomar de vez en cuando, estos tés fermentados tienen un sabor extraño a tierra y alcanzan precios desorbitados (en China se le llama té negro y aquí té rojo, así que cuidado con las confusiones).
  • Té con gingseng: tiene un interesantísimo sabor refrescante que recuerda al jengibre, delicioso. Suele ser relativamente barato.

Tés negros:

  • Los negros también nos gustan aunque los utilizamos con menos frecuencia, por ejemplo, el té inglés tipo Breakfast nos atrae por su intensidad, aunque precisamente por ese motivo los tomamos poco.

Otros tés aromatizados:

  • Nos encantan los Earl Grey, aromatizados con bergamota, por su aroma cítrico y su frescor.
  • Hay un té que nos gusta mucho y nos recuerda al Earl Grey con piel de 7 cítricos de la marca francesa Le Palais de Thés (tienen versión wolong y versión té negro; las dos deliciosas). Se vende en el Club del Gourmet de ECI.
  • Lapsang Souchon: tés fuertemente ahumados de sabor muy potente. A veces los rebajamos, mezclando con otro té para reducir su aroma a humo o utilizamos muy poquito.

Muslos de pato canetón casi al curry rojo tailandés

Foto by The Oxtail

La comida sólo sabe bien si se comparte – de cualquier otra manera no tiene sentido. Cuando tomamos esto y muchas otras cosas que prepararon nuestros anfitriones y otros invitados el día supo a gloria, estuvimos en casa de Rodrigo (The Oxtail) con Juan Echanove. Para una gran crónica de la comida y del terraceo posterior, echadle un vistazo al blog de Juan – lo cuenta muchísimo mejor de lo que yo podría contarlo.

La receta es muy sencillita: 

  • Muslos de canetón «al vacío» 30 horas a 63ºC y luego gratinado en el horno hasta dorar bien la piel.
  • Salsa: fondo de pato reducido a 1/5 parte (200 ml a partir de un litro de caldo), media cucharadita de pasta de curry rojo previamente salteada, nata de coco (la parte más densa de un la leche de coco) y unas gotas de zumo de lima para darle un toque sutilmente tailandés. Tiene que saber ligeramente picante, notarse un poquito el sabor del curry y el protagonismo indiscutible tiene que ser del fondo, que es espectacular.
  • Y para seguir con la influencia tailandesa, lo servimos con uvas y albahaca – como se suelen tomar los curries de pato.

Tónica casera con la ayuda de un experto en acuarios y un taller de neumáticos

Porque  el final  no es la única meta. Como en el juego infantil, el objetivo es la acción en sí misma, la búsqueda es lo que más ansiamos. O para decirlo en palabras de alguien que cuenta las cosas mucho mejor que yo:

«Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista. Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo. La primera operación se reduce a desmontar el sifón del lavabo para ver si el pelo…«

De Historias de cronopios y de famas, Pérdida y recuperación del pelo.  Julio Cortázar. (Y de paso ahí va mi modestísimo homenaje a los 50 años de la publicación de Rayuela)

Brindando con una copa de Gintonic Champagne

Hace ya casi un año vi este post sobre cómo hacer tónica en Craft Cocktails at Home y me quedé extasiado, ¿se puede hacer tónica en casa? Ni siquiera me molesté en preguntarme algo tan obvio como «¿Por qué intentar hacer tónica casera si puedes comprarla en el super de la esquina?» porque la respuesta obvia: ¿Y por qué no?.

En cuanto terminé de leerlo me pasé una mañana entera intentando buscar el ingrediente principal, la quinina, hasta que por fin dí con ella.

Quinina

Cuando lo preparé siguiendo la receta del post, quedé bastante decepcionado. El sabor era amargísimo y la intensidad de su aroma me hizo desistir de más intentos durante meses. También que quedé totalmente decepcionado con la cantidad de CO2 que conseguí disolver.

Sin embargo, de vez en cuando seguía dándole vueltas, pensando en cómo podía mejorar el sabor, si era una cuestión de cantidad de quinina, de tiempo de infusión o de otra cosa. Y empecé a hacer pruebas para disminuir el amargor, suavizar el sabor y conseguir algo distinto a la tónica industrial, que utiliza un extracto. La corteza resulta mucho más aromática, más amarga y la bebida final tal y como la preparé es mucho más rica en matices. Y, como podéis ver en la foto, la versión final de la tónica tiene un color ligeramente ocre.

Hasta que dí con la solución no os podéis imaginar la de pruebas que hice.

Otro gran problema al que me enfrenté fue el de la carbonatación (vaya palabrejo, qué mal suena). Intenté mil veces con el dichoso sifón ISI de CO2, pero nunca conseguí un resultado suficientemente bueno: cargaba con dos, e incluso tres botellitas de CO2, agitaba, y cuando servía, en el mejor de los casos, se formaba una espuma que desaparecía al rato y dejaba una bebida con tan poco gas que daba pena. Y eso que intenté un millón de pruebas, enfriando el agua por debajo incluso de los 0ºC (el CO2 se  disuelve mejor a temperaturas muy bajas), usando una, dos o tres cargas, agitando y dejando reposar en la nevera durante periodos de tiempo de media hora a 12 horas, pero nada funcionó suficientemente bien. Y claro, me gasté un pastizal en producto y en cargas. Tanto, que me puse en contacto con ellos para comentarles lo que me pasaba y, pensando que no funcionaba bien, me enviaron un tubo de repuesto. Pero no sirvió de nada.

El dichoso sifón ISI

Hace algo más de un mes me pasé por una tienda de acuarios y peces donde conseguí dar con la clave (los acuarios necesitan añadir CO2 al agua para crear un ecosistema apto para que los peces vivan). Le conté al dueño lo que quería hacer y me dejó unas botellas de CO2 para que hiciera pruebas , un manómetro de los de cerveza para regular la presión que sale de la botella que pidió a un amigo y se le ocurrió que podríamos conectar el manómetro a una botella con una válvula de neumático de bicicleta. Pero ahí me encontré con otro problema; no conseguía encontrar válvulas sin cámara…   Finalmente, después de mucho buscar, entré en un taller de recambio de ruedas y me regalaron unas válvulas de coche «por si me servían» (y de pasó supe que desde hace más de 30 años los neumáticos de coche no tienen cámara ;)).

Ejemplos de válvulas de neumáticos

Como podéis ver, la válvula no tiene un sistema de rosca, lo que complica el ajuste al tapón. Si alguien encuentra algún tipo válvula con un sistema de tuerca, agradecería enormemente si me dice dónde puedo conseguirla.

Después  muchas vueltas, conseguí acoplar una válvula a un tapón de una botella de refresco de dos litros, así que ya tenía mi sistema preparado.

El tapón con su válvula de neumático

Para hacer el hueco en el tapón, hay que perforar un agujero central y luego taladrar para que la válvula quepa muy, muy ajustada.

The dark side of the tapón

Pero antes de usar el invento y para que no me explotara en la cara, tuve que averiguar cuánta presión pueden aguantar las botellas de refrescos. Empecé a investigar en youtube y me dí cuenta que no era el único freak que intentaba una cosa así con resultados bastante buenos, lo cual me animó muchísimo. Después de mucho investigar averigüe que una botella puede aguantar hasta 12 atmósferas de presión – el equivalente a la  que ejerce una columna de 120 metros de agua de mar (¡¡¡unos 12o kg!!!), muchísimo más de lo que yo iba a necesitar – piensa que para carbonatar la cerveza normalmente se utiliza alrededor de 1’9 ATM’s. Al parecer, están preparadas para aguantar tanta presión para evitar problemas si se calientan, haciendo que el CO2 vuelva a estado gaseoso y aumentando la presión en la botella. Ahora, cada vez que miro una botella de refrescos, veo una cámara de presión «low cost».

El invento final: botella conectada a un regulador de cerveza y a su vez, al una botella de refescos

Después de hacer pruebas y conseguir una cantidad de gas suficiente para un refresco, inspirado por un cocktail que tomé en NY en Brooker and Dax, el bar de cockteles de Momofuku ideado por el gran Dave Arnold de Cooking Issues, me empeñé en no conformarme con hacer sólo un refresco. Quería en hacer un cocktail con tónica y ginebra, carbonatando la mezcla y añadiendo más gas del habitual. Piensa que a un gintonic tradicional se le añade ginebra, que no tiene gas, hielo, que, en contacto con el refresco, libera muchísimo gas, lima o limón, que produce el mismo efecto, y acabas con un combinado que da pena (no digamos si usamos Fever Tree, que no tiene casi carbónico). Ahí me topé con otro problema: al carbonatar una bebida con alcohol, se reduce la capacidad de disolución del gas en el líquido – y vuelta a empezar.

Haciendo de las mías, esta vez con un extintor reciclado

Luego decidí servirlo bien frío en copa de champán – sin necesidad de hielo ni ningún otro extra. Pero la burbuja que obtenía era gruesa y no quedaba tan estética como la que yo buscaba – quería replicar el mismo comportamiento de una copa de champán, con esa burbuja tan fina, elegante y constante, característica de éste y no del cava. Y De nuevo tuve que volver a rebanarme los sesos para conseguirlo.

La finísima burbuja de un champán rosado. 

Como punto final decidí no añadir lima (las partículas sólidas también liberan gas del combinado) – cosa que solucioné replicando el sabor de la lima combinando ácido cítrico con á. málico en la mezcla de la tónica. Sólo pinté los bordes de las copas con ralladura de lima para complementar con su punto aromático y añadí un pequeñísimo nudo hecho con su piel.   Y aquí está el resultado: máximo carbónico, burbuja finísima y un gran sabor que mejora con creces el de un gintonic tradicional. Una auténtica delicia. 

Gintonic Champagne (detalles de la míniburbuja)

Nota: el detalle de la elaboración no está del todo explicado, pero en el texto hay muchas pistas; ya sabéis que siempre cuento todo con pelos y señales, pero esta vez me voy a reservar el secreto – ha sido un año de investigación y por ahora lo voy a disfrutar con los míos.

Nota 2: todas las fotos buenas de este post son de Carlos Noceda de averquecocinamoshoy.com, el resto, mías 😉

Terrina de Pato Mulard con textura elástica

Este plato es una auténtica declaración de intenciones, la esencia de lo que hacemos en Umami-Madrid con nuestras idas, venidas y referencias gastro-culturales a Asia y a Europa: en este caso, sabores predominantemente occidentales, que recuerdan a un pato a la naranja, con una textura totalmente asiática a la que no estamos tan acostumbrados. Y el sabor protagonista del pato es casi tan importante – si no más – que la textura tan especial que tiene – la misma que las «pelotitas» asiáticas que suelen servirse en sopas, esas que recuerdan a las de goma que tanto rebotan y que tanto gustan a los niños.

Esta transformación de la textura me dejaba alucinado; no conseguía comprender qué pasaba durante el amasado para que esta se transformara; estuve buscando en internet y en libros sin éxito hasta que finalmente decidí consultar al GRANDÍSIMO HAROLD McGEE. Os dejo una transcripción del mail y la traducción más abajo:

De:  Harold McGee <———>
Enviado el: jueves, 06 de marzo de 2008 21:48
Para: AGUIRRE POLO, IÑIGO DANIEL
Asunto: Re: re. black tea brewing
Dear Íñigo,
What you describe is very similar to what happens when you make a meat batter for mortadella-style sausages. When you work the meat with a little bit of salt, you extract myosin proteins from within the mince pieces, and they form a sticky coating on all the surfaces, which is why it behaves like a dough. When you cook the meatballs the myosin coating coagulates into an unmeltable jelly that surrounds all the pieces, and that’s where the springiness comes from.
Hope that makes sense.
Best wishes,
Harold

 On Thu, Mar 7, 2013 at 4:00 AM, AGUIRRE POLO, IÑIGO DANIEL <> wrote:

Dear Harold,
 Hope this mail finds you in good condition – it’s been almost two years since my last email.
I’m writing to ask you if you could possibly help me with a culinary mystery. I have been making boiled meatballs – the Asian springy style – for quite some years now and every time I do them (massaging the meat by hand for around and hour until the meat sticks together almost as a dough) I try to find on the internet why the mince changes so much and why is it that it becomes springy, but have never had success finding insightful information. Do you have any thoughts about this?
 Thanks so much in advance.
Kindest regards,
 Íñigo Aguirre

 

En resumen, cuando amasas carne con sal se extraen proteínas de miosina que forman una capa pegajosa en toda la superficie de la carne, lo que hace que se comporte como una masa. Cuando cocinas las albóndigas, la capa de miosina coagula formando una gelatina no fundible que cubre todas las piezas – de ahí es de donde viene su elasticidad.

Pero esto todavía resulta complicado de entender, por lo menos para mi, y seguro que como yo, os preguntaréis, (perdonad si hay algo que no está bien explicado, no soy un experto en estos temas).

  • ¿Qué es la proteína de miosina? Parece ser que es una proteína fibrosa y contráctil implicada en la contracción muscular, la proteína más abundante en el músculo. La miosina provoca la reducción de las distancias entre ambas fibras y, por lo tanto, la contracción muscular.

Ingredientes:

  • Carne picada:
    • 400 gr de muslos pato (si es Moulard, mejor, su sabor le va que ni pintado a esta preparación).
    • 200 gr de cerdo (busca una pieza ejercitada, las más oscuras).
    • 200 gr de contramuslo de pollo.
  • Un par de cucharadas de azúcar.
  • Una buena cantidad de pimienta negra recién picada.
  • Ralladura de naranja (1 ó 2, lo que prefieras).
  • Sal y salsa de pescado al 50/50.
  • Un chorrito de vinagre de Jerez.

Preparación:

  • Mezcla todos los ingredientes, prueba y rectifica el punto de sal (es increíble, pero en crudo está delicioso). Tienes que notar un sabor predominánte a pato, un ligero dulzor, el punto de sal y el aroma de la naranja.
  • Cuando esté a tu gusto, amasa la mezcla aplastando hasta que no se pegue a la mano y quede con una textura compacta – tardarás al menos 45 minutos y sudarás al menos un litro (ya sabes, no sweat, no gain). O si prefieres, puedes triturarla en una thermomix hasta llegar a esa consistencia, pero cuidado no se caliente la masa y acabe cociéndose (si se calienta demasiado añade un cubito de hielo).
  • Envuelve en film transparente como si se tratara de un maki y cuece al vapor hasta que alcance 60ºC a corazón de producto.

Y en la foto lo acompañamos con un tabulé como debe hacerse: con muy poca sémola, muchísimo perejil y muchas verduritas bien picadas a mano.

Aplicación de Shio Koji con cordero

He encontrado unas chuletitas de cordero en el mercado de la Cámara Agraria (cada primer sábado del mes cerca de la Casa de Campo) y me parecieron fantásticas para hacer a la plancha en la terraza. Además, así aprovecho de usar el bote de Shio Koji… ¡para que no se quede un montón de meses en la nevera!  😉

Si tienes 10 minutitos por la mañana cuando vuelvas del mercado puedes prepararlas y ya tienes la comida casi hecha.

Ingredientes para 4 pax:

  • 1 kg de chuletas de cordero
  • 1 rama de romero o tomillo
  • 1 cuchara de shio koji
  • ½ cucharita de sal
  • 1 diente de ajo picado

 

Preparación:

Marina todos los ingredientes una noche o unas 8 horas.

Haz a la plancha las chuletas a fuego bastante fuerte para dorarlas bien.

¡Nada más!

Guarnición del día: Salteado de calabacín, judías verdes, cilantro y Ras el Hanout (se compra por ejemplo en tiendas árabes de la zona de Lavapiés de Madrid, lleva: pimienta, jengibre, hinojo, sal, cúrcuma, cilantro, harina de maíz)

Comentario:

Si no tienes shio koji en casa (¡como que no tienes!) se puede usar:

  • 1 cuchara de pasta de miso blanco
  • ½ cuchara de azúcar blanco
  • 1 cuchara de sake o jerez

Influencia de temperatura en la contracción del músculo en lenguas de pato

Las pruebas las hicimos mientras elaboramos un pequeño aperitivo de lenguas de pato, pero el ejemplo es válido para otras carnes. Y para el que no haya probado carnes a baja temperatura, creo que este post le va a convencer.

En la foto superior podéis ver las lenguas, todas de idéntico tamaño antes de cocerlas.

Luego cocí una parte a 70ºC/ 7 h. y otra en agua hirviendo. Como podéis ver (porque salta a la vista), las cocidas a 70ºC (izda) tienen un tamaño mucho más grande, casi un 1/3 mayor que las hechas a 100ºC. Y en cuanto a textura, la cocción más delicada también gana: quedan más tiernas y jugosas. Fijaros que la temperatura es bastante alta y a pesar de eso, la diferencia entre las dos cocciones es considerable.

Cito a McGee de memoria (La cocina y los alimentos) “la carne empieza a contraerse a partir de los 50ºC, llegando a una contracción total del músculo cuando llegan a los 85ºC.

Y Douglas Badlwin cuenta: Entre 50ºc y 55ºC (Neklyudov, 2003 ) el colágeno empieza a disolverse en forma de gelatina y las fibras musculares que se mantenían unidas fácilmente se consiguen separar. Además por debajo 60ºC hay enzimas que pueden hacer la carne más tierna si se mantiene la temperatura durante más de 6 horas (Tornberg, 2005). Por eso una pieza de ternera cocinada en un baño entre 55 y 60ºC puede ser tan tierna como un solomillo.

Y aún más interesante, rizando el rizo, después sometí las lenguas a una fritura a 180ºC con dos tipos de rebozados, una tempura tradicional y otro mucho más aislante por dos motivos:

  • Porque tenía mucha más cantidad de gas (en sifón cargado con CO2)
  • Y porque una parte del líquido era vodka. Como el alcohol evapora mucho más rápido que  el agua, dora el rebozado antes y no sobrecuece el interior (pasa mucho menos tiempo en el aceite).
En los dos casos la diferencia de contracción se mantenía incluso después de la fritura. ¿Por qué, si el aceite estaba a 180ºC? Muy sencillo, el agua presente en el rebozado crea una barrera que aísla el producto de las altas temperaturas de la fritura; mientras se evapora, el agua en estado líquido nunca superará los 100ºC y por lo tanto funcionará como aislante. Eso sí, las lenguas con el rebozado más aislante aguantaron mucho mejor.
Y volviendo al plato, a pesar de ser muy atrevido, encantó a todos los que lo probaron (lo hemos servido en 3 cenas clandestinas).Decidí hacerlo después de comerlas en un restaurante chino en París que las servían con una especie de tempura deliciosa y crujiente, un aperitivo para chuparse los dedos (la foto es horrible, la única excusa es que la hice con el móvil rápidamente).

 

Pero no os voy a engañar, las lenguas de pato dan muchísimo trabajo. En las tiendas asiáticas se suelen encontrar con una especie de cuernos que sobresalen del extremo opuesto a la punta de la lengua, que hay que quitar cortando con un cuchillo justo en el extremo que separa la lengua del resto de la carne. Por dentro tienen un hueso largo que mantiene la lengua recta y un extremo cartilaginoso que permite que la punta se mueva. Normalmente esa parte no se retira – por lo menos en los restaurantes asiáticos que conozco, pero cuando las hago en casa me gusta dejarlas totalmente limpias, como en la foto:

Una vez cocidas, tirando del extremo final sale todo el hueso junto con el cartílago de la punta. Luego las rebozamos y las acompañamos con dos tipos de salsa:

  • Una más vietnamita: sal, pimienta negra vietnamita  y jugo de lima
  • Y un ponzu japonés.

¡¡De-li-cio-sas!!

En la foto aparecen 2 lenguas con el rebozado y una tercera que freí hasta deshidratarla para que quedara crujiente y aportara un contraste con las otras: