Sí, lo sé, esto va a dañar irreparablemente mi reputación, intenté esconderme, pero fue imposible, los antiumamimadrid están por todos lados.
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Sí, lo sé, esto va a dañar irreparablemente mi reputación, intenté esconderme, pero fue imposible, los antiumamimadrid están por todos lados.
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Nada más fácil con las piezas que sobraron de la corvina (el final de la cola y lo poco que quedó adherido a la espina):
Y macerado menos de un minutos antes de servirlo para que la carne no se cueza con la acidez.
Yo no soy un gran fan de la piña en platos salados (y muchísimo menos en una pizza), pero probé una salsa muy parecida en el grandísimo restaurante Pujol de México DF y me gustó tanto que decidí hacer algo con ella.
La salsa de piña va caramelizada con mantequilla y con la ayuda de un poquitín de bicarbonato siguiendo el mismo proceso que en la crema de zanahoria y luego triturada y aderezada con un poco de lima y sal.
Luego un poco de pescado pasado brevemente por la plancha, unas gotitas de aceite picante, unas hojas de menta y ya está. Sin misterios y sin grandes complicaciones.
La próxima vez tendré que emulsionarla con algo de goma xantana porque quedó cortada.
Pocas veces se me ocurre cómo utilizar transglutaminasa sin crear Frankensteins comestibles como el típico ajedrez de atún y salmón que seguro que muchos habéis visto en internet. Este es uno de los usos con los que más satisfecho estoy porque aquí su función es práctica y no sólo estética, como en el caso del pollo biónico. Además estoy seguro que nadie “sospecharía” de su utilización en la cocina y si excluimos los cubos, el platillo tiene una pinta muy clásica, ¿no?
Una vez hechas las manitas como en la receta anterior y después de probarlas templadas, me entraron ganas de darles un planchazo, pero, como la gelatina se funde con el calor, a no ser que estuvieran envueltas en, por ejemplo, bacon, se desharían. Y no quería usarlo porque me interesaba que fueran lo menos grasas posibles y que no resultaran pesadas.
Así que fundí un rollito, añadí transgultaminasa GM, monté de nuevo en un rollo y a las pocas horas de nevera se pegaron majestuosamente. Para que no se “agarraran” a la sartén y de paso evitar usar demasiada grasa, las hice a la plancha sobre un papel sulfurizado y las “pinté” con la grasa que soltaron al cocerlas para aumentar aún más su sabor.
Y quedaron perfectas. Ligeras, sin la sensación de pesadez que muchas veces tienen, muy más sabrosas y con ese punto increíble que tienen las manitas cuando se doran. Al final quedan muy gelatinosas, sólo rozarlas con unos palillos produce un movimiento tan gelatinoso que es para morirse de placer. Pero como todo va pegado, la textura no es exactamente la misma, queda un pelín menos fundente.
Y la salsa, la misma que en la receta anterior, es decir, una reducción de su caldo, aquí espesada con un poquitín de xantana.
Nota: para añadir transglutaminasa a las manitas y que se extienda bien por toda la superficie de las piezas es mejor diluirlo primero en agua (1 parte de TG en 4 partes de agua).
Y para darle otro punto con otro tipo de gelatina y algo de acidez, añadí unos cubos de kumquat y miso blanco:
Final y presentación: 3 discos de manitas bien dorados por los dos lados, unos cubos de kumquat, salsita y unos brotes de rábano para darle un puntito picante al platillo.
Hasta ahora casi sólo he publicado sobre clarificaciones de caldos con gelatina, y nunca había contado este proceso, que es aún más fácil.
Este producto se obtiene de un alga que todos conocemos aunque no lo sepamos: son las tiritas transparentes que nos encontramos en las ensaladas en los restaurantes chinos de barrio.
El alga tiene una capacidad de gelatinización tan potente que agar agar significa en malayo gelatina gelatina, reiteración que hace referencia a su fuerza. Se lleva usando durante siglos en el sudeste asiático y Japón para hacer gelatinas que se mantienen cuajadas sin necesidad de refrigeración. Y hace bastante poco – alrededor de 15 años, Ferrán Adriá la descubrió para el público occidental y empezó a hacer gelatinas templadas en El Bulli, cosa que, para su sorpresa, no llamó mucho la atención a sus clientes, que no eran conscientes de que las gelatinas que habían tomado hasta entonces estaban siempre frías. Y, finalmente, el proceso de clarificación con agar lo descubrió Dave Arnold de Cooking Issues.
Para recapitular, la clarificación con gelatina tradicional consiste en lo siguiente:
La explicación: Todos los sólidos quedan atrapados en la maya que forma la gelatina y el agua escapa porque, al expandirse cuando se congela, la red se “da de sí” y permite que resbale hasta el bol. Y las grasas, al estar en la nevera, no se enfrían lo suficiente como para fundirse y caer en el caldo. El proceso es largo, pero no da trabajo, tarda un par de días en descongelarse.
Ejemplos:
En la clarificación con agar, todo es mucho más rápido:
Como puntos negativos:
Otra opción es la de clarificar con agar por el método tradicional de congelar y descongelar, igual que con gelatina, usando un 0.2% de agar sin necesidad de descongelar el caldo en la nevera y por lo tanto, clarificando muchísimo más rápidamente.
Y para finalizar, os recomiendo el agar de Porto Muiños, buenísimo, la presentación en polvo ayuda muchísimo a fundirla en el caldo.
Todos sabemos la mala fama que tiene el tofu por ser un producto insípido, al que no solemos encontrarle la gracia. Esa es la idea que tenía yo hasta hace unos añitos, pero poco a poco vas probando y probando y empiezas a darte cuenta de las variedades que existen, las diferencias de textura y lo agradable que es tomar algo que tiene más textura que sabor.
Recuerdo que el año pasado en Shangay tomé un tofu blando (silky tofu) con gambas y aceite picante de Sichuan que me dejó impresionado por la textura tan suave que tenía, se fundía en la boca de una manera increíble. Tanto me gustó que cuando volví a la ciudad 3 ó 4 meses después, fue el primer restaurante al que fui. Y luego empecé a interesarme más por él (aunque ya hacía unos cuatro años preparé tofu en casa).
A la plancha resulta muy sorprendente. Además es una buena manera para empezar a probarlo porque queda más sabroso y tiene un equilibrio de texturas muy interesante: crujiente por fuera y cremoso por dentro.
Y es facilísimo, no hay nada más sencillo de hacer: