Fermentación alcalina de lentejas con nattobacilus subtilis

Se trata del mismo proceso de fermentación que el del natto, pero sustituyendo el sustrato de soja por lentejas. Como las semillas  que se utilizan para hacer natto son muy pequeñas para que la bacteria penetre fácilmente en la soja y estas  – por lo menos que yo sepa – son imposibles de comprar en España, decidí hacer una prueba con una legumbre tan pequeña como la soja, y ya  que estábamos, compré la lenteja que más me gusta, la verde de Puy.

¿Y por qué no? Sólo se me ocurre un por qué sí: porque está increíblemente delicioso, eso sí, no es un sabor para pusilánimes. Una mezcla a mitad de camino entre natto, lentejas y Camembert maduro, con un ligero punto amoniacado, que se va perdiendo a medida que se sigue curando en la nevera. Me parece increíble conseguir un sabor tan especial y que recuerda al queso a partir de lentejas fermentadas.

En cuanto a la textura, aunque hay cierta mucosidad que aglutina los granos, no es tan fuerte como en el natto de soja. Se nota más cuando echas unas gotas de salsa de soja y remueves.

Hay que hacer algunos cambios en el método de preparación; como la semilla es más de la mitad de tamaño de una de soja para natto, los tiempos de fermentación hay que acortarlos con respecto a los marcados para fermentar soja. Además la lenteja no necesita remojo y tampoco se comporta bien cuando se hace al vapor (cocción poco uniforme), por lo que hay que cocerla en agua.

A propósito, después de hacer tantas pruebas y de leer innumerables documentos y libros sobre el tema, he actualizado el post con información que permite hacer un natto mucho más pegajoso/ con más mucosidad.

Ensalada de manzana y cangrejo

Una ensalada fresquísima, sencillísima y deliciosa:

Las láminas de manzana verde se dejan sudar en sal y un poco de lima durante una horita más o menos hasta que pierdan un pelín de agua y cojan más flexibilidad.

Y va acompañada de crangrejo real (grandísima combinación), cebolleta roja y verde y una vinagreta a base de salsa de pescado vietnamita, jugo de lima, un pelín de picante y, para coronarla, un poco de piel de cítrico cortada en juliana finísima (y sin nada de la parte blanca, el albedo) para darle su frescura aromática. En este caso usamos la piel de limones Meyer, pero también funciona bien con limón normal, lima o, si quieres darle un punto más atrevido, pomelo.

Kimchi de pepino

Sin lugar a dudas uno de mis kimchis favoritos, el sabor y el punto crujiente del pepino combinado con la cebolleta y el aliño del kimchi es insuperable. Lo hice siguiendo el proceso de fermentación en bolsa de zip que describo en otro post.

Para hacerlo:

  • Limpia los pepinos.
  • Corta los extremos y retira el centro con las semillas con la ayuda de un utensilio tan cruel y maligno como el archiconocido descorazonador de manzanas (hasta la manzana de Eva tenía corazón, a qué punto hemos llegado, Señor).
  • Retira parte de la piel con un cuchillo, dejando tiras con y sin piel.
  • Corta longitudinalmente en 4 formando una cruz (me está saliendo un post de lo más religioso).
  • Añade la cebolleta cortada en tiras del mismo tamaño que las piezas de pepino.
  • Y mezcla con los ingredientes del aderezo de kimchipara unos 4 pepinos de tamaño normal y el verde del mismo número de cebolletas:
    • 2 cucharadas de azúcar.
    • Otras 2 de guindillas coreanas en trituradas (puedes sustituir por cualquier otro tipo de guindillas que no sean demasiado picantes y que tengan un color rojo brillante).
    • 1 cucharadita de sal.
    • Ajo y jengibre bien picados
    • 1 ó 2 cucharadas de salsa de pescado tailandesa o vietnamita.

Deja que la mezcla «sude» y prueba a las 2 horas. Tiene que quedar ligeramente salado, notarse el punto picante y el dulzor del azúcar. Pero no te olvides de cómo te gusta a ti y rectifica conforme te lo pida el alma.

Ahora sólo queda dejar que el tiempo de fermentación haga su magia. A partir del segundo día ya te lo puedes comer, aunque para darle un sabor más mordaz puedes esperar y fermentarlo de 2 semanas a 2 meses o más. Si no quieres sobrefermentar, cuando haya llegado al punto que más te ponga, pa’ la nevera.

Mira cómo se hinchó la bolsa después de tan sólo dos semanas

 Ya sólo queda dejarse llevar por la lujuria y la gula. ¡A disfrutar!

Cómo fermentar verduras en bolsas de zip

Foto: ¿a que parecen caramelos estos rabanitos?

Como llevo poco tiempo fermentando verdura y todo esto de la fermentación anaeróbica (en ausencia de aire) me intimidaba un poco, estuve dando vueltas hasta encontrar un método fácil que evitara el contacto de la verdura con el aire y se me ocurrió este – me imagino que no es nada nuevo, pero para mi  lo es.

Las otras alternativas que he descubierto en The Art of Fermentation, la biblia de todo lo fermentable del enormísimo Sandor Ellix Katz (echad un vistazo a su blog, merece mucho la pena) – como botes o vasijas con piedras para presionar las verduras y que no entren en contacto con el aire – me parecieron complicadas y dan la sensación de que no son tan efectivas para reducir el riesgo de contacto de la verdura con el aire. Esto puede aumentar el peligro de que crezcan  hongos en la superficie, que, aunque no parecen ser peligrosos, sí pueden disminuir la calidad del fermento y ablandar la verdura.

Con este sistema lo fácil se hace aún más fácil y además sirve prácticamente para cualquier verdura:

  • Limpia, por ejemplo, unos rábanos,
    • córtalos en rodajitas,
    • echa en una buena bolsa de zip, de las de doble cierre,
    • añade sal – sala un poco más de lo que harías normalmente. Y si quieres más precisión, entre un 1.5% y 2% sobre el peso total de las verduras.
  • Deja que vaya soltando poco a poco su agua – unas 3 horas. Si ves que necesitan un poco más hasta cubrirlos, echa un poquito de agua de grifo hervida y ya fría (si no el cloro del agua limitará el crecimiento bacteriológico).
  • Cierra la bolsa dejando abierto un extremo,
    • sumergela en una olla llena de agua, dejando fuera el extremo abierto. Así la presión atmosférica irá expulsando el aire
    • hunde un poco más y cuando cuando casi no quede aire, cierra.
  • Déjalo fermentar en un lugar alejado de la luz directa.
    • Una fermentación ligera necesitará al menos 2 días y una más larga puede requerir, semanas, meses – incluso años.
    • Ve probando de vez en cuando, poco a poco se irá acidificando (cuidado, en verano fermentará mucho más rápido).
    • Cuando quieras frenar el proceso, transfiere a la nevera.
    • Y no te preocupes si ves que burbujea o que la bolsa se hincha, es el CO2 que se produce durante la fermentación. Fermentar viene del latín, hervir, por las burbujas que ocurren.
Yo sustituí parte de la sal por Shio Koji para acelerar la fermentación y a los dos días la mezcla ya estaba burbujeando. No os podéis imaginar la alegría que me produjo ver el maravilloso color que cogieron cuando la superficie tintó el resto del rabanito (foto superior).
Y ahora un poco de ciencia para el que le interesen los por qué’s:
Antes de nada, no tengas miedo a fermentar, el resultado final es mucho más seguro que las verduras frescas:
  • Al fermentar en ausencia de aire (ferm. anaeróbica) se impide el crecimiento de otros organismos que lo necesitan  para sobrevivir, especialmente de los agentes que causan descomposición.
  • Todas las verduras tiene bacterias  ácido lácticas (BAC) en su superficie. En cuando se cortan, aumenta la superficie disponible (su sustrato) para su crecimiento y empiezan a reproducirse en un entorno propicio (anaeróbico).
    • Estas bacterias producen ácido láctico como desecho metabólico de la fermentación de los carbohidratos, proceso que disminuya el PH (aumenta acidez), lo que hace el sustrato inhóspito para la supervivencia de otras bacterias y hongos.
      • También producen alcohol y ácido acético lo que hace el sustrato aún menos disponible a otras bacterias.
  • La sal también disminuye el tipo de bacterias que puedan crecer, dando de nuevo ventaja a las BAC.

Además la sal aporta otras propiedades:

    • Extrae agua de la verdura mediante ósmosis.
    • Aporta una textura crujiente a las verduras.
    • Y frena la fermentación y la actividad encimática.
      • Mientras mayor sea la cantidad de sal que utilices, más tiempo tardará en fermentar.
Temperatura:
  • Aunque se puede fermentar casi a cualquier temperatura, Sandor cuenta en su libro que la temperatura ideal está entre 18 y 21ºC y da lugar a fermentos de mayor calidad.
  • Aunque ni mucho menos sea el medio ideal incluso se puede fermentar en la nevera, pero como el frío es un «agente que frena la producción bacteriana» el producto tardará una eternidad en estar listo.
  • A temperaturas superiores a 21ºC, la velocidad de fermentación aumenta exponencialmente y la calidad del producto final se puede ver afectada. Para frenar la velocidad se suele añadir más cantidad de sal.