Qué placer tan maravilloso dorar en el horno huesos y carne de pollo para hacer un caldo, retirarlos de la fuente cuando quedan dorados y reservar lo que se ha pegado a la fuente (todo menos lo que se haya quemado, que amarga) junto con un poquito de su grasa.
Qué enormísimo placer empezar a hacer el caldo, y mientras tanto, tostar un par de rebanadas de pan, untar esa esencia en las tostadas junto con un poquito de la grasa y unos cristales de sal y tomarlo poco a poco, acompañado de una copita de Jerez. Después de una cosa así el resto del día sólo puede mejorar.
Mariano says:
17 noviembre, 2011 at 11:11
Querrás decir que sólo puede empeorar, ¿no? 😉
inigoaguirre says:
17 noviembre, 2011 at 11:19
Si hombre, para pesimismos estamos! No crees que después de una cosa así todo se ve con mejores ojos?
Andres Torrubia says:
17 noviembre, 2011 at 11:41
¡Estás hecho un poeta! 🙂
Carlos Dube says:
17 noviembre, 2011 at 11:49
Y tan placentero…es que el sabor de los fondos cárnicos, hasta con pan, cierto!
regue says:
20 noviembre, 2011 at 19:31
Una gota de soja y una perla de mermelada de tomate…y es como llamar a Dios y que te conteste.
inigoaguirre says:
20 noviembre, 2011 at 21:11
Qué bueno!!! Así que dios existe!!