La carrillera quedó con una textura muy interesante, tiernísima, jugosísima y muy compacta. Me encantó su textura, muy distinta al osso buco y al costillar que hice al vacío – es una pieza muy distinta, mucho más gelatinosa. Lo más curioso de todo es que resultó menos melosa que cuando se prepara de la forma tradicional; y, como es de esperar, la carne quedó menos “mechada”; para nada como cuando tomamos el típico guiso de carrillera, que la carne se deshace en hilillos. Os dejo una foto de la pieza sin napar para que veáis la pinta que tiene:
Va cocida al vacío con una cucharada de salsa de soja, otra de azúcar y un chorritín de agua.
Luego está cortada en daditos y montada encima de una lámina de plátano macho frito (que le aporta un dulzor que le va de muerte y un punto crujiente), el jugo de la cocción, reducido a la mitad, cebollino y el puntito de picante del shichimi togarashi (mezcla de especias japonesas)
¡¡¡La cena secreta ha sido un éxito!!! « Umami Madrid, ácido, dulce, salado, picante… y a veces amargo says:
18 octubre, 2011 at 11:37
[…] Daditos de carrillera 60º con su glasa, plátano frito, cebollino y un poquitín de picante: […]
Mariano says:
18 octubre, 2011 at 12:03
La mejor preparación que he probado de la carrillera (primero en sudestada y luego en mi cocina) ha sido un curry thai fusionado con el guiso tradicional (o sea, muchas horas), aunque esta tiene muy buena pinta.
A ver para cuando un Roast Beef… je je.
Saludos
Mariano