En tercer día en Japón fuimos a visitar las destilerías de whisky Nikka. Después de un par de vueltas viendo paisajes, volvimos a Otaru y acabamos en un restaurante tradicional donde sólo servían soba, unos fideos hechos con una mezcla de harina de trigo sarraceno o alforfón y un 20% de trigo normal que facilita el proceso de elaboración y amasado de los fideos.
El local era impresionante y tuvimos la suerte de que nos hicieran una visita guiada por los dos pisos del restaurante.
La cocina estaba en la entrada y a la vista de todos los comensales:
La pared del salón donde comimos estaba cubierto de platos de los clientes habituales.
De aperitivo tomamos una cerveza con una tapita de fideos soba fritos.
En el restaurante te daban dos opciones, la pasta se podía tomar o en caldo caliente, junto con algún otro ingrediente (entre otros, tempura de langostino o pato). Nosotros, simples turistas, optamos por la opción caliente con langostinos en tempura y puerro.
También está la opción del conocedor, en frío, junto con un tipo de daikon (nabo) picante y con una jarrita con caldo (también frío) para ir empapando la pasta. El caldo estaba hecho con una combinación típica de dashi (caldo base japonés hecho a base de alga kombu y katsuobushi, bonito seco, fermentado y ahumado), mirin (vino dulce de arroz) y salsa de soja. La pasta va servida sobre unas tablillas de bambú que deja caer las gotas de agua que han quedado después de su cocción.
Al final de la comida, la mujer del dueño vino a presentarse y nos trajo un caldo muy curioso: era el agua donde habían cocido la pasta servida a lo largo de todo el día, una auténtica delicia, denso, casi untuoso, turbio, blanquecino y de sabor intenso.