Un plato sin artificios, sólo puro sabor a mar, almejas, el agua que suelta la almeja, un chorrito de vino blanco, unas gotas de limón, aceite de oliva virgen extra suave (yo usé Dauro) y perejil.  Simplemente buenísimo, fácil y sin ingredientes complicados.

 

Incluso el cubierto que hemos utilizado para tomarlas es marítimo: la concha se convierte en un cubierto-pinza:

 

 

Para prepararlo, saltea las almejas a fuego fuerte con un poco de aceite. En cuanto se abran un poquito (sólo uno o dos milímetros, no dejes que se abran del todo), sácalas y ponlas en un colador con un cuenco debajo que recogerá el jugo. Es importante que las saques pronto para que las almejas no queden secas y no pierdan brillo. En la foto puedes ver que queda increíblemente llena (qué pena que no puedas probarla):

 

Cuando termines de hacerlas, desglasa la sartén con un poco de vino blanco y agua y deja que evapore el alcohol. Añade al caldo que han soltado las almejas.

Con una puntilla corta los músculos que unen la almeja a la concha (uno a cada lado de la concha). Ábrelos y separa con cuidado el bisho de la concha.

Como el caldo es muy intenso y demasiado salado, ponlo al fuego (como lo vamos a tomar caliente es mejor probarlo así porque frío tiene menos sabor), añade agua para rebajarlo hasta que esté a tu gusto y échale unas gotitas de limón.

Limpia una concha para cada invitado para que la use de pinza para coger las almejas:

Pon las almejas en una fuente honda, añade el caldo templado (nunca caliente) para que este a su vez temple las almejas lo suficiente como para que no pierdan agua. Luego añade un chorrito de aceite Dauro y poquito de perejil bien picado.

También puedes tomarlas frías.

Si quieres darles un toque de color más intenso y un aspecto más original puedes licuar el perejil en la salsa y luego colarlo, obtendrás una salsa increíblemente verde. También puedes triturar el perejil con aceite, colarlo y añadirlo al caldo para jugar con los distintos colores.