Fuimos dos días a este restaurante porque nos encantó tanto la comida que sernvía como el ambiente y la amabilidad de las dos mujeres que trabajaban ahí. Era un pequeño restaurante con una barra donde cabían ocho personas y un reservado con una mesa baja para otras ocho personas (la mayoría de los restaurantes japoneses son pequeños y, como este, tienen capacidad para pocas personas). Como anécdota que me llamó mucho la atención que el primer día que fuimos coincidimos con una pareja habitual del restaurante, un hombre de negocios que estaba cenando con una geisha en el reservado. El sitio era increíblemente bonito. Llevaba abierto sólo 7 meses, y según lo que nos contó nuestro amigo japonés, es uno de los mejores sitios que hay en la ciudad de Otaru.
Tomamos innumerables platos, y cada día salimos por aproximadamente unos 35-40€. Vamos con el recuento de lo que tomamos la primera noche:
Empezamos con un apero de brotes de bambú frescos (estábamos en temporada de brotes)
Seguimos con una especie de kimchi (un fermentado de col que ellos pronuncian kimuchi), mucho más suave que el coreano, ácido, con muy poco picante y algo de carne, ingrediente muy sorprendente para el kimchi.
Un pescado a la brasa con algo de soja por encima y lima SUDACHI, con un toque a mandarina impresionantemente buena, muy aromática pero no demasiado intensa.
Luego una pasta de pescado con huevo en el centro y dorada sobre la salamandra.
Otra masa de pescado rellena de queso, una combinación bastante sorprendente y nada tradicional ya que es poco habitual el uso de lácteos en la cocina japonesa.
Un pescado pequeño, cocinado en salsa de soja, tierno y sabrosísimo. Me encantó.
Calamar crudo en tiras como si fueran espaguetis que se compra ya cortado de esta manera en las pescaderías.
Otro pescado hecho al grill. A este llegué tarde para hacerle la foto, ¡ya nos habíamos tomado la mitad!. Aprovecho este plato para contaros que los japoneses consideran que la carne que queda pegada a las espinas es una delicadeza porque, aunque se quede algo seca por efecto del grill, es la que más sabor concentra por estar cerca de la espina y por haberse concentrado su sabor por efecto de la reacción de Maillard (el dorado del grill).
Vamos con la parrilla (aunque no lo digan, de influencia coreana) de carne y verdura. Nos trajeron una parrilla con brasas de carbón para cada dos personas.
Para empezar nos dan un platito con una mezcla de sal para palomitas (tan fina como si fuera azúcar glassé) y pimienta. La sal, al ser en polvo, se adhería perfectamente al ingrediente.
Y llega la carne y la verdura (de verdura tomamos okra/ kimbongó o gumbo y trocitos de espárragos verdes.
La carne, más que carne, parecía mármol de lo veteada que estaba. Nunca había visto una carne así; luego vi que toda la carne de Japón suele tener tanta grasa veteada. Y no se puede comparar con nuestra carne, es un producto totalmente diferente. Como es tan grasa, sólo servían unas pocas piezas por persona. En cuanto se ponía sobre la barbacoa empezaba el espectáculo, al fundirse la grasa, esta caía sobre el carbón y se quemaba, haciendo que saltaran unas llamaradas que parecían festejar el anticipo del festín.
Tomamos otro pequeño plato de calamar y gambas fermentadas ayudados por la acción del arroz (en la foto se pueden apreciar algunos granos). Todavía no sé cómo el arroz ayuda en el proceso de fermentación, pero se usa en toda Asia para estas preparaciones; que yo sepa, en Laos, Vietnam y Filipinas a parte de Japón. El calamar estaba muy salado, con bastante umami, y muy dulce, bueno pero rarito, lo probé en varias ocasiones y, aunque lo intenté, no conseguí pillarle el truco. Sin embargo las gambas me encantaron, la fermentación potencia su dulzor natural, vamos una experiencia muy placentera (como diría un querido amigo, orgasmos gastronómicos).
Otro plato fermentado, unos arenques curiosos y sabrosos, pero como dicen tan bien los ingleses para mostrar su desaprobación “not my favorite cup of tea”. Salado y dulce a la vez, y a pesar de que me acuerdo perfectamente del sabor que tenían (y eso que ha pasado ya más de un mes desde la cena), me siento incapaz de describirlo. De todas formas mereció la pena probarlo.
Para terminar tomamos el postre más raro de mi vida, pescado helado sobre sisho y daikon rallado y zanahoria por encima, sobre todo curioso y, a pesar de lo que parezca, ¡¡muy, muy bueno!!
Ya en casa, de postre nos tomamos una tarta de chocolate… ¿¿se puede pedir algo más??
chef says:
10 mayo, 2009 at 17:34
ENVIDIA!!!!!
http://cheffrustrado.blogspot.com/
david says:
14 mayo, 2009 at 11:39
Hola,
Genial tu descripción de tu viaje por Japón. ¿El plato de calamar y gambas fermentado por arroz es el narezushi?
Un saludo,
david
inigoaguirre says:
14 mayo, 2009 at 11:50
Hola David, efectivamente, y también el arenque.
Hasta pronto, que todavía quedan uno montón de post por publicar que iré alternando con otros platos hechos en casa… si no puedo matar al más entusiasta
Un saludo
íñigo
Alvaro [natua.es] says:
18 mayo, 2009 at 13:44
Buffff! se me hace la boca agua!!!, esa ternera marmolada!!! A la vuelta de Japón no estuve una temporada obsesionado con la idea de hacerme ganadero y criarla aquí en España 😉
Una de las mejores cenas que tuvimos nosotros (hade 2 años) fue en Mametora, un restaurante kaiseki en el barrio de Gion en Kyoto. Tus fotos me recuerdan en cierto modo el menú que tuvimos nosotros:
http://www.viajarasia.com/2007/05/24/una-cena-kaiseki-en-gion-el-barrio-de-las-gheishas-de-kioto/
… ya estoy dándole vueltas otra vez a la idea de criar kobe en España 😉
inigoaguirre says:
18 mayo, 2009 at 15:40
Alvaro, qué pintón tienen tus fotos… vaya envidia me das!!!
Si te decides a criar Kobe me avisas, eh?
Un abrazo,
Íñigo
zerogluten says:
27 mayo, 2009 at 23:56
Pues estoy con Chef. A mi lo que me da es envidia. Me encantaría probar y experiementar con muchas de las cosas que nos has mostrado.
Besos in gluten